La noche es el territorio del terror.
De pequeña, cuatro esquinitas y nunca venia el ángel. Las arañas se agigantaban, el silencio gritaba, los ojos acechaban.
De mayor, los monstruos se apoderan de la oscuridad aún. La muerte, el dolor, la ausencia, la enfermedad.
Sueño con bebés ensangrentados como mi hijo no nato. Sueño con olas que nos llevan, rocas que nos sepultan, fines del mundo que arrasan nuestra minúscula existencia. Sueño con virus y cánceres, con cuchillos y dagas. Recuerdo todas esas muertes.
Le temo a la oscuridad. Le temo al oscuro denso de la noche. Al oscuro profundo, el oscuro tangible, el oscuro ser, que nace y crece y se ensancha y ocupa todo el espacio disponible.
Por la mañana, ciertos rayos de sol se cuelan por la ventana, o su ángulo coincide con la pared de mi comedor. Y sé que llegó la breve tregua.